En la segunda mitad del siglo XIX México intentó promover la modernización de la industria y crear las instituciones sociales para construir el Estado-Nación como otros países del mundo. En este contexto político y social, los gobernantes tenían interés en los“ niños” como“ futuros ciudadanos”. Particularmente, la educación pública era una de las políticas sociales más importantes. Sin embargo, a pesar de que se iba estableciendo el sistema educativo, existían muchos niños que no se incluían en ese sistema, sobre todo en las ciudades grandes como la capital. Eran los niños que trabajaban, andaban por las calles, pedían limosna o caían en la delincuencia, etc.
La mayor parte de estos niños eran huérfanos o niños abandonados por los padres. En México se daba la protección y la asistencia a estos niños vulnerables como obra de caridad tanto en la época colonial como en el siglo XIX, principalmente por las iniciativas de la Iglesia católica y los grupos filantrópicos. Los gobernantes, por otra parte, llegaron a tener consideración con dichos niños desde los mediados del siglo XIX. Es decir, surgió la idea de la beneficencia pública, de que el gobierno debía asumir una responsabilidad de proteger y asistir a los ninõs que no tenían protectores y necesitaban apoyo. En base a esta idea, se puso a construir las instituciones de la beneficencia social. A través de esta política de la beneficencia, el gobierno no sólo procuró asistir a los necesitados sino también controlar la sociedad y debilitar a la Iglesia católica que había ejercido gran influencia en todo el país desde la época colonial.
En la Ciudad de México se fundaron unos establecimientos de asistencia para los necesitados tales como el Hospicio de Pobres, Casa de Niños Expósitos, etc, en la época colonial. Después de la independencia en 1821 se estableció un establecimiento llamado Casa de Corrección para Jóvenes Delincuentes en el Hospicio de Pobres como obra de caridad en 1841. Pero a esta Casa enviaban también a los huérfanos y los niños pobres que no caían en la delincuencia, porque había muchos niños vulnerables en aquel entonces. Por eso la casa no sólo funcionaba para corregir a los niños delincuentes sino también para proteger a los niños vulnerables aunque había muchas opiniones de que debían separar a los niños inocentes de los delincuentes.
En la segunda mitad del siglo XIX, este establecimiento, cambiando unas veces su nombre, Colegio de San Antonio, Escuela Industrial de Huérfanos, siguió funcionando como escuela de educación básica y de artes y oficios. Este trabajo tiene por objeto examinar la política y el sistema de la beneficencia pública para los niños en la Ciudad de México de esta época enfocando los establecimientos correccionales.